Hace casi un siglo que se impulsó la iniciativa de celebrar en México el día del maestro. El país y el sistema educativo eran muy diferentes a lo que son hoy; también el oficio y la actividad docente.(i) Sin embargo, casi con los mismos rituales, persiste la ceremonia y los discursos de agradecimiento a la tarea magisterial. Desafortunadamente, las reiteradas celebraciones no han sido suficientes para contener el deterioro de la actividad docente ni para entender su problemática.
El proyecto de celebración lo presentaron los diputados Benito Ramírez y Enrique Viesca Lobatón -el primero representante por el estado de Veracruz y el segundo por Coahuila- el 28 de septiembre de 1917 (ii). Al presentar el proyecto al pleno de la Cámara, llamaron la atención sobre la injusticia prevaleciente con los profesores y la importancia de honrar y dignificar su labor. En consecuencia, propusieron una ley de dos artículos: el primero para declarar el 15 de mayo día del maestro y el segundo para que "los padres o tutores encargados de los niños, los enviarán en ese día a la casa de sus maestros, para saludarles, rindiendo el homenaje de su gratitud".
El proyecto pasó a comisiones y al mes siguiente, cuando se presentó el dictamen en el pleno, se aclaró que dada la dificultad para establecer una sanción a aquellos padres o tutores que no enviaran a los niños a las casas de sus profesores, lo más conveniente sería añadir que ese día se deberían suspender las actividades escolares y al mismo tiempo organizar festividades culturales en las escuelas. El dictamen quedó en los siguientes términos: "Se declara día del maestro el 15 de mayo, debiendo suspenderse en esa fecha las labores escolares" (artículo 1º) y "En todas las escuelas se organizarán ese mismo día, festividades culturales, que pongan de relieve la importancia y nobleza del papel social del maestro" (artículo 2º).(iii) Esto es, no hay actividades escolares pero las escuelas sí deben permanecer abiertas para honrar al maestro, así lo aprobaron los diputados.
En el Senado no se modificó la iniciativa, solamente se cuestionó que no se explicara por qué se eligió el 15 de mayo y no otro día.(iv) En efecto, la exposición de motivos no lo aclaraba y tampoco hubo una explicación pública de los autores de la iniciativa; aunque tampoco se cambió la fecha.(v) El punto más importante del debate fue el de las dudas respecto a si la iniciativa de ley sería obligatoria a nivel nacional o solamente para el Distrito Federal y los territorios federales.(vi) No era un asunto menor, puesto que se venía de un largo conflicto entre centralismo y federalismo en la República, pero los senadores, en consecuencia con los principios federalistas ratificados y reafirmados en la Constitución de 1917 de unos meses antes, indicaron que la ley en cuestión solamente debía regir para el Distrito Federal y los Territorios Federales, y se invitaría a las legislaturas locales a adoptar el mismo sistema.(vii)
Finalmente, con la ratificación del Senado, la iniciativa quedó aprobada y se publicó el decreto el 3 de diciembre de 1917, firmado por el entonces presidente Venustiano Carranza. Al año siguiente comenzó la celebración del día del maestro el 15 de mayo y poco a poco se fueron sumando las entidades federativas a la celebración.
El 15 de mayo ha sido ocasión no solamente para los festivales escolares en honor al maestro, los encendidos discursos de agradecimiento de autoridades educativas o de funcionarios públicos. La fecha también ha sido emblemática para el anuncio de algunos incentivos o de medidas trascendentes para la actividad docente. En educación básica, en esa fecha, antecedida de opacas y tensas negociaciones, se anuncia el incremento salarial anual que recibirán los maestros, se entregan algunos reconocimientos a profesores seleccionados y se pronuncian los previsibles discursos. Para los profesores de educación superior, cuyas relaciones contractuales varían según la institución y el sector de que se trate, la fecha también es motivo de celebración y si es el caso también se le otorga algún incentivo económico o reconocimiento profesional (viii). Sin embargo, la instauración de un día festivo no ha sido suficiente para impulsar y mejorar el trabajo docente. Al menos no para el nivel superior.
Los dilemas del presente
En general, lo que se ha sido notable es la ausencia de una política efectiva para la docencia. Según las evidencias y resultados que ahora conocemos, las políticas que se pusieron en marcha en los años noventa -e incluso las previas- para atender la problemática del profesorado de las instituciones de educación superior (IES), fundamentalmente estuvieron dirigidas a incrementar el nivel de escolaridad de los profesores, la valoración de su desempeño y, cuando fue el caso, a intentar regularizar su situación laboral. Estos aspectos son, si duda, fundamentales en las condiciones del ejercicio docente, pero no necesariamente aseguran o mejoran la actividad docente.
A partir de los años 90, la evaluación en sus diferentes modalidades fue la medida de mayor alcance para realinear a alumnos, profesores, autoridades, estudiantes y al sistema educativo mismo. Pese a las resistencias iniciales con las que se recibió, al poco tiempo, por los recursos financieros que se le asociaron, la evaluación quedó instalada en el sistema y en las prácticas. Sin embargo, la evaluación del desempeño individual tomó como modelo, no el profesor que se dedicaba a la actividad docente, sino al de tiempo completo, al que en buena medida realizaba funciones de investigación y divulgación. Una figura identificada particularmente con la enseñanza de posgrado y los centros de investigación, no con los profesores que laboran en los numerosos planteles de educación media superior o en la licenciatura en las numerosas universidades.
Posteriormente se rectificó el modelo único y se crearon programas para casi todas las figuras académicas y aunque se siguieron lineamientos generales cada institución siguió su propio esquema Sin embargo, en el otorgamiento de incentivos la docencia siguió ocupando un lugar poco relevante o, en el mejor de los casos, en competencia con otras funciones. Si los beneficiarios potenciales del programa estaban prácticamente dedicados a la docencia, tuvieron que disminuir esa actividad o añadir otras para alcanzar un puntaje satisfactorio y obtener el incentivo correspondiente.
En lo que corresponde a mejorar el nivel de escolaridad del profesorado. La iniciativa también comenzó de forma más organizada en los años noventa con los programas Supera y Promep, pero otra vez tomó como punto de referencia al personal de tiempo completo, no al amplio segmento de profesores de asignatura. Además, los esfuerzos por elevar el grado escolar del personal han sido importantes, pero su volumen (el Promep ha otorgado poco menos de 6 mil becas en más de una década de operación) no es tan significativo frente al total de personal que labora en el conjunto de instituciones.
La evaluación del desempeño individual y el elevamiento de los grados escolares del personal académico, aunque no han sido las únicas medidas, sí han sido de las más relevantes. El supuesto es que ambas tendrán una repercusión positiva en la actividad docente. Sin embargo, ninguna de los dos se ha planteado como asunto a resolver el problema de la docencia, tampoco como mejorarla. Las dificultades con los programas de estímulo han sido reiteradas, las mismas autoridades educativas lo reconocen y se han propuesto remediar la situación, pero la administración anterior concluyó su periodo sin cumplir su promesa de establecer un nuevo marco normativo y bases diferentes del programa.(ix) La apuesta parece ser la estrategia integral de mejora del sistema, pero los componentes que hasta ahora se han planteado no necesariamente impulsarán al buen docente o resolverán el deterioro de su actividad.
Una de las mayores responsabilidades del subsistema de educación superior está en el ejercicio docente, es la actividad central para casi 9 de cada 10 instituciones educativas de nivel superior y en donde se concentra el mayor volumen de jóvenes que aspiran a cursar un bachillerato o una licenciatura. Sin embargo, acicateados por el herraje del sistema de incentivos, nos hemos desentendido de la básica e imprescindible relación enseñanza-aprendizaje, para depositar las expectativas en la investigación, en las publicaciones, en la productividad y en los estudios de posgrado. Ojalá que el día del maestro, y en la perspectiva de elaboración del programa sectorial en curso, sea una buena oportunidad para el diseño de iniciativas que discriminen entre quien trabaja y quien no lo hace, pero que fundamentalmente recuperen el aprecio por el ejercicio docente y la satisfacción por el desempeño del buen profesor que todos reconocen. Nada más.
(i) Según se consigna, los datos estadísticos a nivel nacional no se sistematizaron entre 1910 y 1920. Sin embargo, para ese último año se destaca que había 9,222 escuelas, 20,432 maestros y 743,896 alumnos. Cfr. Ernesto Meneses Morales (1986). "Tendencias educativas oficiales en México 1911-1934". CEE - México. p. 729 y ss.