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Alejandro Canales Sánchez

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La guerra y los daños colaterales

Canales-Sánchez, A. (marzo 03, 2022). La guerra y los daños colaterales. Suplemento Campus Milenio. Núm. 938. 2022-03-03

La información de estos días sobre el conflicto entre Rusia y Ucrania ha sido abundante y diversa. Sin embargo, tal vez hasta que desaparezca el estruendo de las explosiones y la ruidosa marcha de los tanques de guerra, contaremos con datos más precisos y análisis mesurados sobre el origen y consecuencias de la batalla. No obstante, existen daños colaterales en el área académica que no son tan notorios, pero cuyos efectos podrían resentirse a lo largo del tiempo.

Por ahora, las imágenes de la destrucción, la ocupación, el desplazamiento, las personas heridas y las primeras cifras de bajas de los dos bandos son lamentables, tristes y conmovedoras. El problema tiene múltiples aristas y por la misma razón no ha sido nada fácil la toma de posición de las naciones frente al conflicto.

La Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), después de tres días de debate, emitió una resolución de 16 puntos. El pasado 1 de marzo la adoptó y como punto número dos quedó asentado que deploraba “en los términos más enérgicos la agresión cometida por la Federación de Rusia contra Ucrania” (https://undocs.org/es/A/ES-11/L.1). Además, planteó la exigencia de que Rusia pusiera fin de inmediato al uso de la fuerza y se abstuviera de “cualquier otra forma ilícita de amenaza, lo mismo que un retiro inmediato, “por completo y sin condiciones de todas sus fuerzas militares”.

La ONU agrupa a 193 naciones, la resolución fue respaldada por 141 naciones (México incluido), 35 se abstuvieron (Bolivia, China, Cuba, El Salvador y Nicaragua, entre ellos), 12 no participaron en la votación (algunos países africanos y Venezuela, entre otros) y cinco se pronunciaron en contra (Bielorrusia, Corea del Norte, Eritrea, Rusia y Siria). A pesar de que las resoluciones de la Organización no son vinculantes, crean un cierto consenso y presión mundial en un cierto sentido.

Lo sorprendente es que científicos y periodistas científicos rusos, previo a la resolución de la ONU, emitieron una carta abierta con exigencias similares. Según algunos periódicos españoles (ElDiario.es) fue Mikhail Gelfand, un bioinformático del Instituto Skolkovo de Moscú, el autor de la iniciativa y en unos cuantos días logró miles de adhesiones, casi cinco mil al final del mes pasado.

La carta aparece en un diario digital científico ruso y cuenta con traducción a varios idiomas, el español entre ellos (https://trv-science.ru/es/). El pronunciamiento es una protesta por las acciones militares emprendidas y claramente señala que “La responsabilidad de desatar una nueva guerra en Europa recae enteramente en Rusia”.

Porque, dice la carta: “Es obvio que Ucrania no representa una amenaza para la seguridad de nuestro país. La guerra contra ella es injusta y francamente inútil” y hace un llamado para resolver los problemas de forma pacífica. Pero uno de los aspectos más sobresalientes que se hace notar es la consecuencia que tendrán las acciones bélicas para el trabajo académico y científico.

Por ejemplo, se asienta en la carta: Al desatar la guerra, Rusia se condenó al aislamiento internacional, a la posición de un estado canalla. Esto significa que nosotros, los científicos, ahora no podremos hacer nuestro trabajo normalmente: después de todo, realizar investigaciones científicas es impensable sin la plena cooperación con colegas de otros países. El aislamiento de Rusia del mundo significa una mayor degradación cultural y tecnológica de nuestro país en ausencia total de perspectivas positivas. La guerra con Ucrania es un paso hacia la nada.

Según las mismas fuentes, la carta ha sido respaldada por científicos de múltiples especialidades y algunos de ellos pertenecientes a la Academia de Ciencias de Rusia, la organización de su tipo más importante en esa nación que aglutina a los institutos científicos y a poco más de dos millares de miembros. Quizás por ahora, cuando el conflicto está en ascenso y la información está contaminada, resulta difícil precisar el respaldo de la carta.

Sin embargo, no hay duda de que los acontecimientos tendrán una repercusión, ya la tienen, en la cooperación y en el flujo de personas. El terreno económico es el más sensible a los conflictos entre las naciones, pero el ámbito académico y de investigación también registra con celeridad el cambio de señales, especialmente cuando están involucrados países de altas capacidades científicas y tecnológicas, con importantes niveles de migración o atracción de talentos, o bien, cuando unilateralmente se suspenden los convenios de colaboración en marcha y las respectivas fuentes de financiamiento.

Porque no solamente se trata de programas de formación fuera del país de origen y las restricciones o facilidades de tránsito que se puedan instaurar, también está el trabajo de investigación –y de sus resultados—que en buena medida es producto de la cooperación internacional, algunas veces formalizada en convenios y otras tantas, tal vez en su mayoría, a través de relaciones entre científicos que no transitan por instrumentos normativos.

Seguramente, los científicos rusos, ucranianos y toda el área del conflicto, están previendo el daño colateral que traerá esta guerra que pocos quieren pero que parece inevitable.

Pie de página: El tema de los ventiladores mecánicos apareció de nueva cuenta, la Auditoría Superior de la Federación observó que 650 de ellos no fueron entregados y en el INSABI “está pendiente la aclaración respecto de los pagos efectuados por 1,600.3 mdp para la compra de 2,250 ventiladores” (pág. 23).




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