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Alejandro Canales Sánchez

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¿Recalculando la inversión en investigación?

Canales-Sánchez, A. (mayo 12, 2022). ¿Recalculando la inversión en investigación?. Suplemento Campus Milenio. Núm. 947. 2022-05-12

La significativa disminución de la inversión en investigación científica entre la administración anterior y la actual prácticamente pasó desapercibida. No estamos hablando de lo que recibe el Conacyt o del gasto federal en la materia, nos referimos al indicador clave en el registro de las cifras oficiales y en las estadísticas internacionales: el Gasto en Investigación y Desarrollo Experimental (GIDE).

La investigación y desarrollo experimental (IDE), para mayor precisión, se refiere a todas las áreas de conocimiento, incluyendo humanidades, ciencias sociales y artes, no solamente las naturales, exactas e ingenierías. Además, abarca tanto la investigación que se realiza en instituciones públicas como en las instituciones particulares.

El Manual de Frascati, el documento de referencia internacional desde hace más de medio siglo para la medición y recopilación de estadísticas comparativas, identifica a la IDE como aquella actividad esencial para la generación y aplicación de nuevo conocimiento (pág. 47). Y el gasto que se le destina permite hacer un seguimiento y valoración de la política al respecto.

En México, el último informe del gobierno de Peña Nieto estimó que el GIDE en el 2018 alcanzaba alrededor de 105 mil millones de pesos (pág. 391), equivalente al 0.47 por ciento del PIB de ese año. Sin embargo, la administración actual, en el informe general del sector, recalculó las cifras y dijo que, en ese año, la cantidad más bien fue de 73 mil millones de pesos y estimó que su proporción fue de 0.31 por ciento, respecto al PIB (pág. 27).

Una inocultable diferencia de 32 mil millones de pesos y, medida como proporción del PIB, representaría16 centésimas menos de lo que se había dicho. Sin embargo, lo que podría ser un escándalo mayor no pareció sorprender a nadie. Ni siquiera porque, con esa disminución, retrocedimos dramáticamente en la intención de llegar al 1 por ciento respecto al PIB en el GIDE.

¿Por qué? Tal vez porque ni siquiera los números fríos son capaces de ilustrar la magnitud de las decisiones. O peor, porque ya desestimamos el valor de la actividad científica y hemos renunciado a la posibilidad de su contribución para la mejora en el desarrollo y bienestar de la población. Mal por el lado que sea.

La actual administración dice que la variación de las cifras es porque el gobierno anterior, para el periodo 2007-2018, decidió incluir indebidamente en el GIDE el pago completo de todas las becas (de todos los niveles del posgrado y tanto nacionales como al extranjero) y también una proporción del gasto realizado en el posgrado por el sector empresarial, las instituciones de educación superior y las instituciones privadas no lucrativas (Informe general 2018. pág. 28).

Por el contrario, la presente gestión destaca que, en su cálculo, se ciñe al Manual de Frascati y solamente incluye el monto de becas nacionales de estudiantes de doctorado registrados en el Padrón Nacional de Posgrados de Calidad, el pago de becarios ex cátedras Conacyt y un ajuste en el financiamiento del gobierno a la IDE por sector de ejecución.

Entonces: ¿cuál es la forma correcta de estimar el GIDE? En su momento lo mencionamos aquí (Campus Milenio No. 701): el Manual de Frascati, en su edición del 2015, modificó su propuesta de cálculo y planteó que además del monto directo para investigación, también debía añadirse el trabajo realizado por estudiantes (maestría y doctorado) que participan en proyectos o actividades de investigación en las instituciones de educación superior.

El problema es que la estimación de sueldos y salarios de los estudiantes empleados no es nada fácil de desagregar e incluir en el GIDE y menos si no es gasto público. O sea, técnicamente, por acuerdo internacional, sí se puede incluir el trabajo de maestrantes y doctornados, no solamente de estos últimos. Sin embargo, también es claro que no se debe añadir o recortar de forma indiscriminada cualquier financiamiento del sector.

A precios del 2018, estamos hablando de una diferencia de más de 30 mil millones de pesos. Tómese en cuenta que para ese mismo año, el financiamiento total de todas las becas de posgrado, a precios de ese mismo año, sumó poco más de 9.6 mil millones de pesos. O sea, si quitáramos del GIDE todo el monto de becas, sería menos de una tercera parte de la diferencia ahora existente.

Si el GIDE ahora está en 0.28 por ciento respecto al PIB, en lugar de una proporción mayor, no se debe a la inclusión o exclusión del presupuesto público total para becas, la razón podría estar en la distribución de financiamiento por sector de ejecución y en el gasto de los particulares.

¿Y cómo se conoce el monto de la inversión privada? A través de la Encuesta sobre Investigación y Desarrollo Tecnológico (ESIDET) que se aplica bienalmente desde hace más de dos décadas. El problema es que se interrumpió y la última vez que se levantó fue en 2017. ¿Entonces? Esa es otra historia.

Pie de página: La imperturbable FGR sube su apuesta: no solamente continúa su acusación en contra de los 31 investigadores y exfuncionarios del Conacyt, ahora añade cinco personas más.




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