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Alejandro Canales Sánchez

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Las costuras del sistema académico

Canales-Sánchez, A. (abril 13 , 2023). Las costuras del sistema académico. Suplemento Campus Milenio. Núm. 992. 2023-04-13

El caso llamó la atención no solo de la prensa española, tuvo repercusión en el medio académico global. Un científico español altamente citado y productivo en su área fue suspendido por su institución. La suspensión pareciera no tener nada de particular, ocurren todos los días en las universidades de todo el mundo. Sin embargo, ésta condensa los componentes del sistema que rige en el medio académico y exhibe unas grietas cada vez más profundas.

Según la nota del periódico El País, Rafael Luque, un químico español que trabajaba en la Universidad de Córdoba, fue suspendido13 años por “firmar sus estudios como investigador de otros centros exóticos, como la Universidad Rey Saúd, en Riad (Arabia Saudí), y la Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos, en Moscú” (31.03.2023).

La regla general es que si el personal de una universidad tiene un contrato laboral de jornada completa, no puede aparecer con una institución diferente. ¿Por qué un investigador habría de firmar su trabajo con una institución distinta a la que pertenece? Aunque no está permitida, podría tratarse de una doble adscripción, una práctica extendida en el mundo académico y los que tienen esa condición necesitan justificar su sueldo en ambos lados. El salario de los académicos es una zona gris que ni nacional ni internacionalmente es fácil de comparar, pero el personal de tiempo completo se mueve en los rangos intermedios y altos de los sueldos.

El científico Rafael Luque sostiene que nunca ha recibido dinero directamente de otras instituciones. Pero no es poco lo que reveló el diario El País, son esos pequeños detalles por los que asoma toda la diferencia en la división de la academia, tales como tener presupuesto para sus análisis, hoteles lujosos o viajes en primera clase. Aunque, el científico español se cuidó de precisar que: “en mi cuenta no habrían encontrado ni un céntimo de Rusia ni de Arabia Saudí ni de ningún otro sitio”.

No es ninguna sorpresa que distintas universidades en el mundo con alto presupuesto y escaso reconocimiento, como las Saudí, busquen integrar en su nómina a investigadores de alto prestigio bajo condiciones especiales, tanto mejor si son Premio Nobel. Desde hace más de una década, la revista Science ha señalado los casos de dos universidades Saudí que tasaron una oferta de 72 mil dólares al año a más de medio centenar de científicos de alto nivel por supervisar un grupo de investigación, pasar una o dos semanas en sus campus y añadir el nombre de la universidad como afiliación institucional (Vol. 334. 09.XII.2011).

La motivación principal de las universidades cazadoras de firmas es elevar su prestigio, figurar en los rankings internacionales y atraer más ingresos. La Universidad Rey Saúd, en Riad, subió cientos de posiciones en un lapso de cuatro años; actualmente está en la posición 251 en la tabla del Times Higher Education que incluye mil 800 universidades de más de un centenar de países.

El mismo Rafael Luque afirma: “Sin mí la Universidad de Córdoba va a bajar 300 puestos. Se han pegado un tiro en el pie”. El problema es que las fisuras en los rankings son cada vez más inocultables, como en estas mismas páginas de Campus ha sido comentado por Marion Lloyd y Carlos Pallán, porque la confianza en una clasificación de calidad institucional naufraga en los sesgos de los indicadores, las mediciones y la sospechosa forma de recopilar la información.

Una rotura más del sistema es la cantidad desbordada de material a la búsqueda de ser publicado, pero cuya calidad y relevancia no han ido a la par. Desde la instauración del sistema de evaluación, el principio de “publicar o perecer” se volvió insignia al interior de los muros universitarios, así que las cifras de productividad se han elevado y los números son una fantasía. El caso de Luque lo vuelve a ilustrar, no tiene una década como investigador y acumula más de 700 estudios y en tres meses del 2023 ha publicado 58 estudios, o sea, como lo reportó El País, “uno cada 37 horas”. Inquietante.

La trayectoria de Luque también muestra una grieta más en el sistema académico: mismas reglas institucionales en entornos cambiantes. El científico español tiene 44 años de edad, es decir, es relativamente joven y con gran rapidez alcanzó una alta productividad en una institución que seguramente conserva las mismas normas.

Todavía en el 2014 era un investigador posdoctoral en la misma universidad que ahora lo suspendió. Tal vez su caso no es la excepción y su posición representa a la generación que utiliza las herramientas apropiadas y descifró con mayor rapidez las claves del sistema académico de puntos e incentivos. El mismo Luque dijo que utiliza ChatGPT para afinar sus artículos y en especial para la redacción en inglés; lo que antes le tomaba tres días ahora lo hace en uno.

En fin, las costuras del sistema son inocultables y cada vez serán más grandes y notorias, aunque seguirá en pie… hasta nuevo aviso de un cambio profundo.

Pie de página: Esta semana fue el segundo foro de parlamento abierto para el diseño de la ley general de ciencia y faltan otros cinco más. Tal vez la aprobación de la norma será hasta el próximo periodo ordinario de sesiones. Pendientes.




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