Manuel Gil Antón

Tivos federal y de los estatales, dar solidez a instituciones específicas, establecer procederes adecuados para poner en marcha programas y acciones precisas, no es moneda de curso común en comparación con la detención de la profesora Gordillo o el mensaje del inicio de una nueva época en el qué hacer educativo en el país. Se pasa del maravilloso color de la alta definición al gris de los trabajos jurídicos y sus vericuetos en espacios burocráticos.

Pormenorizar tiene varios sinónimos: detallar, especificar o puntualizar, entre otros. Y eso es lo que falta, lo que no se ve claro, lo que desde el inicio hacía algo de ruido (como el hecho de nombrar primero a los cinco integrantes de la Junta de Gobierno del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, INEE, y posteriormente decidir su Ley Orgánica).

Ha habido foros públicos muy interesantes. Seguro funcionan equipos de trabajo haciendo borradores en los rincones del elusivo espacio llamado Pacto. Estarán activas las comisiones respectivas en las dos Cámaras. En la SEP, sin duda, se estará arrastrando el lápiz, pues hay plazos a cumplir. Se avisa de un segundo periodo extraordinario de sesiones para agosto, dedicado a los ordenamientos reglamentarios en materia educativa… pero no se ve para dónde van las cosas. Se filtran versiones, hay documentos preliminares, se hacen apuestas por adivinar quiénes son los directores de la orquesta y los solistas: ¿Nuño, Chuayfett, la profe- sora Martínez Olivé? ¿No será que la cosa pasa por Tuirán, Serrano o Del Val? ¿Tal vez un ex secretario está muy activo en el proceso, o se trata de gente de la OCDE; no, más bien de tal o cual grupo de interés? ¿No será que los del INEE tienen espacio o llevan mano? Misterio.

¿Qué hacer? En EL UNIVERSAL Ricardo Raphael nos avisa que dedicará cuatro entregas al tema, a partir del conocimiento de la pobreza de los proyectos que conoce. Será importante. Mauricio Merino, en estas páginas, escribió que aflora el tema de la desigualdad como telón de fondo del asunto educativo. Lleva razón. La investigación educativa ha mostrado y demostrado durante décadas que contra la desigualdad inmensa en la nación, las posibilidades de que la escuela revierta los obstáculos son muy bajas. Hay casos excepcionales, pero las tendencias generales son claras: origen va siendo, cada vez más, destino, y si el origen vapuleado es mayoría, el alcance en el aprendizaje es predecible.

Hartos pendientes. Quiero aportar uno más: la enorme, inusitada, tolerancia social a la desigualdad. Como si fuese condena o destino inmutable. Si no cambia tal percepción y se convierte en cuestión fundamental, los avances educativos serán ilusorios. De los tranvías no quedan más que algunos rieles viejos, y pocos. Mal augurio.