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Manuel Gil Antón

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Es el cupo, no el talento

Gil-Antón, Manuel. (julio 21, 2012). Es el cupo, no el talento. El Universal. Recuperado de: elprofegil.wordpress. https://elprofegil.wordpress.com/articulosperiodicos/ 2012-07-21

Luego de molidos, ¿apaleados? Las decenas de miles de aspirantes a ingresar a alguna de las universidades públicas que no pudieron entrar, tanto en la ciudad de México como e la mayoría de los estados, son, casi todos, estudiantes valiosos: los mejores de cada casa. Sólo 13 de cada 100 muchachos que inician la primaria llegan a la universidad. Sobrevivientes, muchos, al impacto de condiciones económicas adversas y capaces de brincar la muralla que una mala educación previa (en términos generales) les impuso, intentaron ingresar sin lograrlo. ¿Reprobaron? No. Lamentan estar afuera, ¿y además les endilgamos el fracaso? No se vale.

El tipo de examen de ingreso en la UNAM, la UAM o las demás universidades públicas del país no está diseñado para indicar aprobados de reprobados. Es un mecanismo que genera una lista de estudiantes, ordenada de mayor a menor número de aciertos, en una prueba de opción múltiple construida para detectar a los más duchos en responder preguntas con grados de dificultad calibrados (ni fáciles ni imposibles: sí complicados) con el fin de otorgar primero los lugares a los que tengan más “buenas”. Lo normal es que al menos 70% se ubique en el espacio que va de 15 aciertos más o menos de la mitad de las preguntas. Para eso está construido. Hay un grupo, pequeño, de 12 a 15%, que obtiene más puntaje, y otro similar menos. La mitad, hay que insistir hasta el cansancio, no equivale a 5. No hay calificación, sino prelación: ordenamiento. La regla de tres, en este caso, no viene a cuento.

¿Por qué es así y no de otra manera? Porque los solicitantes son muchos más que las plazas disponibles. Si hay 50 lugares abiertos en Medicina, por ejemplo, y el último pupitre libre lo ocupo una muchacha con 112 respuestas correctas de 120, ¿los que obtuvieron 111 reprobaron por ser malos estudiantes? De ninguna manera. En otra licenciatura, donde había 200 espacios, el último que entró obtuvo 89. ¿Los que sacaron 88 son tontos? Falso. El que logró 89 en el segundo programa de estudios y entró, ¿aprobó? Y los de 111 en Medicina, ¿reprobaron? Absurdo.

Hay que precisar el tema: si quieren entrar 100 mil y hay 10 mil espacios, los 90 mil que se quedan sin la credencial respectiva no tuvieron cupo, ése es el dato duro, no que sean todos, ni la mayoría ignorantes. La cantidad de respuestas buenas que obtuvo el último en entrar se convierte en la “nota” de corte, pero no se puso antes como condición académica para poder realizar los estudios, sino que es resultante de la prelación de aciertos contra la cantidad de vacantes.

¿Por qué hay mucho menos espacios que la cantidad de aspirantes? En la capital del país, desde hace ya casi 40 años, el gobierno federal no ha creado ninguna universidad. La única iniciativa ha sido, por parte del gobierno del DF, la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. No obstante la omisión de las autoridades, gracias al esfuerzo de la UNAM, la UAM, el IPN y la UPN la oferta ha aumentado en lo que va de este siglo-y no poco (cerca de 85 mil lugares más)-: sólo la UNAM ha abierto 55 mil lugares en el periodo.

Sería un grave error considerar a la UNAM o a las otras instituciones responsables de la exclusión de tantos miles. Hay en la ciudad de México 272 instituciones de educación superior (IES): 49 son públicas, y 223 particulares. La ausencia de inversión fiscal en alternativas universitarias en el DF muestra, a las claras, que el principal promotor del mercado educativo privado, amplio y lucrativo, ha sido el Estado. Ahí estudian, y pagan, más de la mitad de los universitarios capitalinos, con el beneplácito estatal pues les brindan, manirrotos, el Reconocimiento de Validez Oficial de los estudios, aunque tengan sus instalaciones arriba de una farmacia al lado de las estaciones del Metro.

Dijo un subsecretario: “Si insisten en estudiar Derecho o Contaduría, que se jodan y paguen”. Qué poca; reducidísima manera de entender los procesos imaginarios y reales en que basan sus decisiones los que aspiran, por primera vez, en su saga familiar, a ser estudiantes universitarios. ¿Reprobados? No. Sí las ¿autoridades? federales, hoy impunes. Basta.




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