Manuel Gil Antón

Vaya sorpresa. La tarde del viernes, nublada, no hacía extraño esperar un rayo. No llegó de las condiciones atmosféricas, sino de las nubes políticas: el ex secretario de salud llega a la SEP, en sustitución del maestro Lujambio, que emprende su carrera hacia el poder Legislativo.

A bote pronto, exploro y comparto varias conjeturas y me atrevo a terminar con una sospecha sin fundamento aparente: la primera hipótesis es que la designación sea simple continuidad de la costumbre del presidente Calderón de colocar en su gabinete a personas leales, más que enteradas de los asuntos que atienden. Sería peregrino suponer que, dada la relación entre la Secretaría de Salud y la SEP cuando la influenza, eso le da credenciales específicas al galeno.

En su caso, y ésta es la segunda posibilidad, estaba bien ubicado en salud —al fin médico— y le dieron permiso de apostar por la candidatura de Guanajuato: al no conseguirla y tampoco aceptar invitaciones del PRI (porque el PAN de la entidad no está atado de manos como se supuso en Los Pinos, ni el PRI local, que había pagado derecho de piso durante años, iba a permitir la llegada de un ajeno) el que autorizó y vio con buenos ojos el empeño en la gubernatura allá en el Bajío de don Ángel, recupera a su fiel valedor para cerrar la administración de la SEP, de muertito, hasta diciembre primero.

Pero no se sostiene la idea de culminar por inercia el periodo: las calles están llenas de maestros que se oponen a la evaluación universal, con afiliación a la CNTE; el SNTE mismo dice que no le parece claro el procedimiento para la evaluación anunciada para junio en su primera etapa, y quiere participar; la negociación salarial está en proceso y no es sencilla; la concreción de la reforma a la educación básica va caminando o dando tumbos, pero no es menor; la profesora Gordillo se mueve y eso siempre preocupa; el documental ¡De panzazo! está teniendo un efecto en la opinión pública y más allá, difícil de calcular…

Esto es, colocar a Córdova en la SEP no sólo permite a Lujambio postularse al Congreso; ni resuelve sin más la imposibilidad del doctor Tuirán de ser el titular del despacho, dado que no nació en México; tampoco ocurre en un momento en que la cuestión educativa esté en calma, todo lo contrario, está picado el mar y las olas no son menores.

¿Premio de consolación, pago por obediencia, colocar a un “cuate” ya probado otro rato en el gabinete? Puede ser, pero no alcanza a llenar el hambre de comprensión del movimiento presidencial. En una de ésas hay algo más.

Declara Córdova que llevará adelante a la Alianza por la Educación. ¿Qué le falta? Un buen hit: que se haga la evaluación universal a los maestros con el argumento que es la primera en la historia, se haga como se haga, porque ya sabemos que se presume lo que se afirma con el consabido “haiga sido como haiga sido”

Todo suena lógico, pero quizá si seguimos en “la lógica” nos perdemos de otra posibilidad. Ésa es la sospecha aparente que me atrevo a plantear: el Presidente está en campaña, sabe hacer política de alto calibre aunque no elude la pelea en el callejón. Es tan raro el nombramiento, sorprende sobremanera, que puede esconder una jugada fuerte. ¿Enfrentará a la profesora Elba Esther, dado que se ha roto la alianza innombrable que pactó con ella, a sabiendas que tampoco le ha dado buen cobijo el PRI, de tal manera que en la debilidad, un golpe fuerte a quien se concibe como el máximo obstáculo para la reforma educativa rinda votos, y bastantes. Imaginemos: no sólo el primer Presidente que logra que a todos los profesores se les evalúe, aunque sea mal, sino que rompe, aunque sea tarde, con la simbiosis SEP–SNTE.

Me hago cargo que esta sospecha es extraña, pero si dicen que a cada acción corresponde una reacción de igual fuerza pero en sentido contrario, un nombramiento “raro”, incomprensible más allá del estilo orientado por la lealtad, sobre todo porque ocurre en un momento álgido en la agenda educativa, quizá esconda una estrategia que aún no podemos ver. Y por aventurada que sea esta posibilidad, es hermana de la probable aventura, riesgosa, que el Presidente esté corriendo con la designación del doctor Córdova.

O lo manda a calmar las aguas, o porque le dotará de influencia en un terreno minado. Y, eso sí, de influenza sí sabe, y la sabe pronunciar sin errores, no como otra persona… En fin, es mejor ser historiador que profeta, pero se impone tratar de ver en la maraña, en minutos, algo de lógica o sentido en un nombramiento inesperado. No hay de otra ahora. Poco vivirá, como dicen los clásicos, el que no logre ver, después, las razones del señor que despacha, por poco tiempo ya, pero no sin poca intención y ambición, en Los Pinos.