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Manuel Gil Antón

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Si los cojones bastaran…

Gil-Antón, Manuel. (marzo 03, 2012). Si los cojones bastaran…. El Universal. Recuperado de: elprofegil.wordpress. https://elprofegil.wordpress.com/articulosperiodicos/ 2012-03-03

Ni en el fut ni en la educación. Hace muchos años pregunté al Cubanaleco: Pa’, ¿por qué no le vas a España, a la Furia Roja? Son aguerridos, entrones. Meten la pierna sin miedo. Nunca olvidaré su respuesta: mira, Manolo, si son tan valientes que se metan a toreros; el futbol es otra cosa. Llevaba razón. El ímpetu no basta. Hay que añadir inteligencia, capacidad, entender el negocio del buen trato al balón. Se precisa crear un espacio, y el tiempo, para ganar los partidos: ritmo. Moverse bien en la cancha, comprender al rival y saberse compañeros. El día que la enjundia se hilvanó con todo esto, más una pizca de suerte, la selección española ganó el Mundial.

Cuando estaba en el cine viendo ¡De panzazo!, y Denise Dresser decreta: “un secretario de educación necesita cojones”, no sólo recordé ese diálogo con mi padre, sino su conferencia cuando Mexicanos Primero presentó, en el Club de Industriales, el informe sobre la educación mexicana 2011. Inició su discurso anunciando que, al día siguiente, renunciaría a su puesto de profesora en el ITAM para ser maestra de educación básica: quiero tener derecho, dijo, a faltar al trabajo cuando me dé la gana; me encantará tomar casetas, hacer marchas sin fin para que nadie me evalúe. Podré heredar la plaza a mis hijos o venderla; hacer lo que me plazca sin que nadie me llame a cuentas como hacen los profesores… y tocó otros temas con el estilo que le es propio y cautiva a quienes comparten con ella, no pocos, el encanto por la simplificación retórica. El desprecio a la buena lógica conduce, sin remedio, a la pereza intelectual: su esqueleto descansa en generalizar. El aplauso fue atronador. Es muy agradable escuchar una propuesta que, frente a lo complejo, todo lo explica carente de matiz, sin conocimiento de causa y prudencia, repleta de arrogancia.

La película muestra, no podría ser de otro modo, fragmentos de la situación en las escuelas, la labor de los profesores; ilustra la vieja pero creciente complicidad entre autoridades y quien comanda, y ha privatizado, la representación del magisterio, cuando en realidad vende, y le han comprado muy caro, los oficios de una estructura de poder que sólo la ignorancia confunde con la diversidad que constituye a los maestros. Tampoco había de otra: lo hace desde una perspectiva y con enormes recursos. Lleva a niveles de audiencia muy amplios elementos importantes para debatir. Así, y no como “la verdad”, puede ser útil.

Aparece de nuevo la antaño investigadora del ITAM para regañar a los padres de familia por no estudiar las estadísticas de las comparaciones internacionales. Ni siquiera apartan de su cuantioso tiempo libre un ratito para leer los informes de la OCDE. Los irresponsables padres de familia avientan a los niños a la escuela, los abandonan ahí, y seguro se van al gimnasio o a desayunar a Masaryk. ¿En qué país vive? No en el que conozco.

¿Vemos un documental o un melodrama? Para documental le sobran, a mi juicio, las constantes y manidas interpretaciones del relator que supone un auditorio menor de edad, incapaz de considerar lo que ve por su cuenta. Se acerca al melodrama, pues hay villanos; pusilánimes diversos, héroes y víctimas. Como en telenovela, se añade un final edulcorado en que dado que “todos” somos responsables por igual, de la acción de cada uno se derivará la solución de “todo”. ¿Optimismo? Más bien fantasía. No hallé horizonte político, ni un posible sendero de acción colectiva, organizada. Recibí el llamado a una especie de conversión religiosa y el mandamiento del retorno a la virtud individual: que cada quien haga lo suyo y le ganaremos a Corea, por simple añadidura y en poco más que un santiamén.

El cartel: un pupitre maltratado y las clásicas orejas de burro. ¿A quién se le pondrán en la cabeza? Ese mensaje es equívoco y riesgoso. Dice el póster: “para hallar la solución debemos entender el problema”. Mandar a alguien al rincón con sus orejas bien puestas no es la solución, a menos que todo sea cuestión de cojones. No lo creo. Como en el fut, construir la educación que necesitamos, reformar la que tenemos, implica muchas otras cosas. Sobre todo, aceptar que el problema no es trivial. Discutamos, pensemos: es lo crucial.




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