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Manuel Gil Antón

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Caridad educativa

Gil-Antón, Manuel. (agosto 27, 2011). Caridad educativa. El Universal. http://archivo.eluniversal.com.mx/editoriales/54413.html 2011-08-27

¿Quiere donar cinco pesos para la educación? Frente a la pantalla del cajero automático hay una de dos: o es usted un ser insensible y ruin, o suelta la moneda imaginaria para apoyar ala patria. Por cada peso, fundaciones diversas y ricas abonan otro a la alcancía. No sea codo. Si no fuera por la generosidad de tantos, esa muchacha no estaría acabando la preparatoria, como sale en la televisión. Miles han sido beneficiarios gracias a la solidaridad incomparable(?) de los mexicanos. En el patio del Palacio Nacional arrojan al cielo su birrete cientos de jóvenes que han merecido un apoyo. Les recuerdan que son privilegiados al tener una oportunidad como ésta.

Imagine el exvoto en la pared de la vieja Basílica, pintado sobre lámina ocre, un niño en el pupitre frente al pizarrón chueco y la tradicional manzana en la mesa del profe: doy gracias a Edúcalos S.C. por los dineros recibidos para terminar la primaria.

La cajera: ¿quiere donar su cambio para la educación? No, señorita. Alza los ojos. El de atrás no da crédito. Le dice a su hijo que por eso el país está como está, porque hay personas que, cómo el tipo canoso de la fila, no contribuyen a que México progrese. ¿Qué le hubiera costado dar los seis pesos que faltaban para la cifra cerrada? Redondeo por la educación. Es un asunto de todos nosotros. Si no se involucra la gente que puede y apoquina, seguiremos siendo una nación de reprobados.

La manta cuelga en la pared del supermercado: “A nuestra amable clientela: las personas de la tercera edad que empacan sus productos en las cajas no son empleados. No reciben salario, dependen de su donativo. Compañía Equis, empresa socialmente responsable”.

Dicen los que saben que al país lo sostiene el petróleo y las remesas. Habría que añadir, sugiero, el aporte estabilizador del sistema universal de propinas, viene,viene, los distintos pagos que hacen posible el uso, privado y privatizado, del espacio público: se lo cuido, joven; son mis cuates los grulleros, y la informalidad que paga el llamado derecho de piso a fondo perdido: uso de suelo a la líder a su protector oficial. La corrupción aceita millones de intercambios así, que son ya cotidianos. Yo te doy, tú me das y le damos al que nos da chance de andar dándonos. ¿Cómanos arreglamos?

Cada quién decide si regala pesos para la educación. No importa juzgar al que aporta y sus razones. Lo que falta es mirar de frente la contradicción: tenemos, por un lado, el enorme sistema de fundaciones, mecanismos y voluntades que apoyan a la educación con buena fe o hipocresía y, por el otro, la ley que garantiza a los ciudadanos el acceso a la educación básica gratuita organizada en esos términos por el Estado. No dádiva. Derecho. Y a ello destina México 27 de cada 100 pesos del gasto programable cada año. ¿Es que no alcanza para asegurar a todos los niños condiciones dignas que les permitan culminar la secundaria, almenas, haciéndose cargo la autoridad de los costos directos e indirectos que este proceso implica? Es más de una cuarta parte de lo gastable.

En lugar de caridad educativa, propinas, donaciones altruistas e incluso cuotas ilegales que se cobran dizque voluntariamente a los padres a lo largo y ancho del país, una sociedad responsable, fincada en la ciudadanía y no en la bondad, debe exigir cuentas, entendederas, capacidad administrativa, honradez y buen juicio a las autoridades; si gastando como se debe (sin corrupción, ni comprando y presumiendo alianzas impresentables y caras) no acabalamos para que sea posible la educación fundamental para todos, como derecho y bien público, será preciso modificar el sistema de recaudación y distribución fiscal. Esta es la vía larga, necesaria y urgente. Organizarnos para eso es mucho más difícil que regalar el cambio. Es la solidaridad que nos une sin limosnas.

Tras cumplir el Estado con sus obligaciones cabales, la filantropía bien entendida tiene un espacio que no contribuye a la evasión de la responsabilidad del gobierno y propicia ser ciudadanos: contribuir fiscalmente y exigir cuentas. El país propinero ya lo conocemos y no va ni da para más. Lo dice la sabia canción cubana óigame compay, no deje el camino por coger la vereda.




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