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Manuel Gil Antón

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Exámenes sin reprobados

Gil-Antón, Manuel. (agosto 13, 2011). Exámenes sin reprobados. El Universal. http://archivo.eluniversal.com.mx/editoriales/54202.html 2011-08-13

Sí. Los hay. Aunque asociamos la aplicación de todo examen al hecho de aprobar o reprobar, no siempre es así. Isabel y Nacho participaron en el proceso para entrar a la UNAM. A Medicina ella; él en Derecho. Isabel obtuvo en el examen de ingreso 109 de 120 aciertos posibles y Juan 93. Isabel no entró y Nacho sí. ¿A pesar de 16 puntos adicionales, no ingresa la que los obtuvo, mientras el otro ya tiene pupitre en la nación Puma? Así es.

A Isabel le han dicho, y ella acepta, triste, que reprobó. Nacho no termina de celebrar pues pasó. En realidad, ni la muchacha reprobó ni el chaval aprobó. Se trata del resultado de la aplicación de un instrumento, una serie de preguntas de opción múltiple, cuyo propósito es intentar distinguir a miles de estudiantes, todos con el bachillerato terminado y al menos 7 de promedio, distribuyéndolos en una escala descendente de 120 a cero aciertos. ¿Para qué? Para otorgar a los que tengan más respuestas correctas un lugar en la universidad. Como hay muy pocos lugares en unas carreras, y más en otras, la relación entre número de aciertos y ser aceptado es variable. Si los espacios son muy pocos, la calificación de corte suele ser muy alta; si son abundantes, la navaja corta más abajo. Por eso, con 109 no hay acceso a Medicina, pero con 93 sí a Derecho.

Este tipo de examen se construye de tal manera que el grueso de los sustentantes se concentre alrededor del promedio. Si esta medida fue 60 aciertos, la gran mayoría se ubicará entre 40 y 70 respuestas buenas. ¿Por qué es esto lo normal? Porque cada reactivo tiene, entre otros rasgos, una característica central: cierto grado de dificultad conocido. ¿Cómo? Hay un conjunto de preguntas que se han aplicado antes, de manera experimental, y sólo se consideran útiles (pueden formar parte del gran banco de reactivos del que se elige una versión del examen) si la contestaron bien más del 20 y menos del 80%. ¿Qué se pretende?

Que no sean tan difíciles que nada más dos o menos de cada 10 la respondan, ni tan sencillas que cada todos le atinen. Si la pregunta cumple esta condición, permite técnicamente discriminar, en el sentido de distinguir, a los que aciertan cuestiones con índices de dificultad controlados: ni tanto que todos la sepan, ni tanto que nadie le pegue.

No se vale por ignorancia o búsqueda de escándalo hacer reglas de tres entre los resultados y el total. Suele pensarse que 60 aciertos equivalen a 5 de calificación pues es la mitad de buenas; casi todos, entonces, sacan entre 4 y6. Este modo de explicar los resultados es incorrecto y persiste dado que es parte de un (mal) sentido común.

El caso de Isabel y Nacho es nítido: los niveles de dificultad de las preguntas fueron similares para los dos, pero los espacios disponibles no: muy pocos para Chabela y más para Ignacio. De esto se sigue que no entra el que tiene más aciertos y ya, sino el que logra la cantidad necesaria (siempre una incógnita) para alcanzar un lugar en la carrera que prefiere. Medicina cortó en 110. Isabel se quedó a un acierto de comprar su bata blanca. Derecho en 89 para nuestro futuro abogado.

En síntesis: ¿sabe más el que obtiene más aciertos? Si el examen está bien hecho y no está mal calibrado, se puede afirmar que, al menos en ese tipo de aproximación a los conocimientos, hay logro diferencial. Tan es parcial e inexacta la medición, que la correlación entre la nota que se obtiene en el examen y el rendimiento futuro es muy baja. ¿Entra a su carrera el que tiene más buenas? No; depende del cupo. ¿El que ingresa, aprobó, y lo contrario significa reprobar? No. ¿Si se acierta a la mitad, se saca? No, la escala proporcional no funciona en este caso, pues el examen está cargado para diferenciar a los sustentantes y así poderles asignar, de manera no (tan) arbitraria, un lugar escaso.

No maltratemos a Isabel, ni digamos que Nacho tuvo suerte: el asunto es que no hay suficientes lugares en las opciones preferidas, y de alguna manera hay que repartir los pocos sitios. Es un mecanismo de índole académica, imperfecto y con muchas limitaciones, dada la escasez de espacios para estudiar, no un termómetro para medir la inteligencia. No más, ni menos.




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