banner
banner

Manuel Gil Antón

foto

Pablo Latapí Sarre

Gil-Antón, Manuel. (agosto 05, 2009). Pablo Latapí Sarre. El Universal. http://archivo.eluniversal.com.mx/editoriales/45131.html 2009-08-05

El lunes 3 de agosto, casi a medianoche, Pablo Latapí murió. Así es la muerte, precisa y seca: decían los romanos que en la vida todas las horas hieren, sólo una es la final.

Doctor en filosofía por la Universidad de Hamburgo, era del talante de las pocas personas que han sabido, en buena hora, perder el doctorado. Basta con decir Pablo Latapí, sin anteponer grados ni títulos bien merecidos, para que sepamos quién es: inició en México la investigación educativa, esa actividad que tiene por objeto comprender las relaciones que ocurren en el proceso, para nada trivial, que informa pero sobre todo forma a los ciudadanos; espacio donde se adquieren destrezas para entender el mundo y criticarlo; lugar en que se deben adquirir y vivir los valores de una ética laica y aprender a reconocer en el otro, en los otros, a un nosotros.

Esa concepción, seguramente mejor dicha si fuese expresada por Latapí, es la educación que buscó construir, pues, a su juicio, la indagación rigurosa sobre la actividad educativa y sus relaciones con la economía, la política y sobre todo la justicia y la equidad eran, además de conocimiento valioso en sí, insumos necesarios para la acción responsable de quienes tenían la facultad de conducirla. Al menos 30 libros y un centenar de artículos recogen su labor académica.

Fue asesor de tres secretarios de Educación: Fernando Solana, Miguel Limón y José Ángel Pescador, pero sin duda interlocutor directo, o a la distancia por medio de sus escritos, de todos los que ocuparon ese puesto durante los más de 40 años en que se dedicó a la investigación, a la propuesta de políticas públicas y a la crítica con fundamento, y recia, de los problemas que aquejan a la escuela mexicana.

Con los que sostuvo una relación profesional, solía decirles: “Compras mi tiempo, pero no mi cabeza”, en procura de la distancia necesaria para expresar con libertad lo que pensaba. Fundó instituciones básicas para el desarrollo de la investigación y la formación de muchos estudiosos y expertos en la materia: en 1963, el Centro de Estudios Educativos, al que dirigió 10 años.

Ahí echó a andar la Revista Latinoamericana de Estudios Educativos, publicación muy importante no sólo para el país. Concibió la idea y propició la existencia del Consejo Mexicano de Investigación Educativa y sus congresos, en los que se reúnen periódicamente los que han tomado la educación como objeto de estudio y comparten sus avatares.

Habló con el poder. Habló y escuchó a sus colegas con exigencia y generosidad. Y decidió hablar con el público, con los ciudadanos, a través de sus artículos periodísticos. En Excélsior y Proceso publicó más de 500, abriendo el sitio editorial para los asuntos de la educación en el país.

Desde 1998 ideó e impulsó otra iniciativa de contacto con la opinión pública: el Observatorio Ciudadano de la Educación, desde el cual analizaba con sus colegas los temas educativos en las distintas y tan complejas coyunturas del cambio de siglo.

Recibió el reconocimiento de la comunidad de investigadores, pues desde 1985 perteneció al Sistema Nacional de Investigadores; fue investigador emérito de la UNAM desde 1996 y Premio Nacional de Ciencias y Artes. Fue doctor honoris causa por la Universidad de Sonora, la Universidad Autónoma Metropolitana, la Universidad de Colima y el Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados.

En 2007 El Colegio de México le otorgó un reconocimiento especial por su trayectoria; fue maestro universitario distinguido por las universidades de Colima y Aguascalientes y, sin que sean todas las distinciones, recuerdo ahora también la Medalla al Mérito de la Universidad Veracruzana.

Se ha ido, entonces, una persona importante no sólo para la educación nacional, sino para la mirada crítica sobre México. Fue un intelectual que, con aciertos y errores como solía reconocer sin empacho, consideró parte de su tarea mostrar lo que al poder no suele gustarle: un espejo claro.

Es un lugar común decir que deja su obra, su trayectoria, que como todo humano fue barro y maravilla: así estamos hechos, decía. Un hueco. Caigo en él, pero dejo el dolor de su esposa, María Matilde, sus amigos, colegas y discípulos en el lugar donde han de estar: en el silencio de la tristeza de estos días, en la paz de la lectura futura de sus textos, en el recuerdo de un señor, don Pablo, que tituló uno de sus libros Andante con brío, tal como vivió, y que ha muerto, antes de ayer, casi a medianoche, en paz.




Derechos reservados 2024 PUEES-UNAM
Universidad Nacional Autónoma de México