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Humberto Muñoz García

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Acerca de la Autonomía Universitaria

Muñoz-García, H. (octubre 13, 2022). Acerca de la Autonomía Universitaria. Suplemento Campus Milenio. Núm. 968. 2022-10-13

La idea de autonomía ligada a la educación universitaria es tan antigua como la universidad misma. La podemos rastrear hasta la edad media, cuando surge la universidad como institución. Desde entonces, hasta nuestros tiempos, se buscaba asegurar para los universitarios que sus tareas se realizaran sin la presión de ningún tipo de poder, del gobierno, la iglesia, los intereses del dinero o de cualquier grupo de presión en la sociedad. La autonomía, desde siempre, permite a los universitarios defenderse del poder, en cualquiera de sus variantes en la sociedad.

El régimen de autonomía permite la libre expresión en el aula, hacer los programas docentes con entera libertad, darle a la enseñanza los contenidos para trasmitir conocimiento, otorgarle al investigador sensibilidad para trabajar sobre todo aquello que hace sentido académico, económico, político, social y cultural para hacer avanzar el conocimiento, y sobre todo, para contribuir a la solución de los problemas ingentes que obstaculizan el desarrollo y un mejor nivel de vida para la población de escasos recursos.

La autonomía es valiosa para que la universidad se autogobierne, esto es, organice su proyecto de cambio, la forma de su gobierno, sus autoridades, su legislación, su trabajo, la selección de personal académico, del estudiantado, los programas de trabajo, y su relación con diferentes públicos en el entorno social.

La autonomía universitaria en México, en su origen y desarrollo, está ligada de alguna forma (como en América Latina) al movimiento estudiantil de Córdoba, Argentina, de 1918. La UASLP recibió la autonomía en 1923. Pero no fue la primera. La UMSNH recibió la autonomía en 1917. La Universidad Nacional de México se volvió Autónoma (UNAM) en 1929. En el tiempo, la autonomía no ha sido un concepto estático.

Levy, en su libro sobre las relaciones universidad- gobierno, sostuvo que la autonomía permitió la convivencia entre ambos durante el desarrollo estabilizador y la época dorada de la universidad. En 1980, la autonomía universitaria fue incluida en la fracción VII del 3o. Constitucional. Y ha sido fundamental para el gobierno universitario y para nosotros los académicos, porque otorga a la comunidad universitaria la posibilidad de organizarse de una forma que sirva más y mejor a las funciones universitarias y administrar sus recursos.

En pleno Siglo XXI enfrentamos dos dilemas. El primero es cómo hacer cambios a la universidad tal que el principio de autonomía tenga una aplicación interna para mejorar las relaciones entre los actores universitarios, que favorezca la descentralización de las decisiones académicas y la desconcentración administrativa, bajo una organización federada que mantenga la unidad del proyecto académico del rectorado y la fuerza política del conjunto institucional. Coaligar a la diversidad comunitaria para potenciar la producción y transmisión del conocimiento y contribuir a que la universidad influya para que la sociedad avance en este Siglo de la información.

El segundo punto es la obligación de pensar y proponer cuáles son los cambios que deben ocurrir en las universidades sin dañar la fuerza de la autonomía, para que sea efectiva la defensa ante ofensivas exteriores de parte de los gobiernos, por ejemplo, cuando le quitan prioridad a la educación superior y a la investigación científica.

Cierro esta breve nota mencionando algunos libros que tratan las cuestiones de la autonomía en México y que han sido publicados recientemente. Me refiero a Noventa años de Libertades Universitarias coordinado por Casanova y Lomelí, que contiene más de una decena de textos sobre la historia y la filosofía que sustentan la autonomía. Lomelí y Escalante coordinaron el libro Autonomías bajo Acecho, que abre el examen de la autonomía al contexto latinoamericano.

Apareció también el libro coordinado por Bárzana, Martuscelli y Morales sobre la autonomía universitaria en México que contiene más de veinte capítulos, algunos de ellos de extraordinaria relevancia intelectual. Es de actualidad, asimismo, el libro coordinado por Felipe Martínez Rizo sobre la Autonomía en la Coyuntura Actual, también con más de una veintena de trabajos. Llama a la discusión de la autonomía a la luz de los ataques sufridos por legislaturas y gobiernos en varias partes del país. Y, desde luego, es lectura obligada el libro de González y Guadarrama sobre la autonomía y la universidad pública.

La Revista Perfiles Educativos (2010) hizo un número especial, en el que se presenta la significación sociológica y politológica de la autonomía. En su libro, La Disputa por el Campus (2006) Ordorika trata el poder, la política y la autonomía. Y, finalmente, en el Cuaderno 6 del SES-UNAM se analiza el Mercado, el Estado y la Autonomía, que es un texto de mi autoría. Finalmente, en el suplemento Campus hay una buena variedad de artículos que, hoy por hoy, han servido para el debate y la defensa de la autonomía.

Espero que todo este material auxilie a quien está interesado en entender qué es y cómo opera la autonomía universitaria.




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