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Humberto Muñoz García

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Problemática universitaria

Muñoz-García, H. (noviembre 24, 2022). Problemática universitaria. Suplemento Campus Milenio. Núm. 974. 2022-11-24

En este texto presentaré varios puntos nodales de la problemática universitaria. Tocaré las protestas y el malestar de estudiantes y académicos, porque en cualquier momento pueden desbordarse. Asimismo, algunos efectos de la pandemia, que han agudizado los problemas.

1.En varias universidades públicas y centros de educación superior del país hay hechos relacionados con la violencia de género, la intimidación, el acoso, amenazas físicas y violación. Las estudiantes han promovido paros, toma de edificios, han puesto tendederos, recurrido a las instancias jurídicas en defensa de sus derechos, etc. Las manifestaciones de protesta las hacen dentro de las casas de estudio, pero también han salido a las calles como los y las estudiantes de la Universidad Veracruzana que se han manifestado en Xalapa.

Siendo un problema de enorme sensibilidad para la comunidad universitaria, la violencia de género no es el único que persiste sin respuestas adecuadas. Corrupción, descuido de instalaciones, inseguridad interna, mala calidad de los estudios, fueron puntos de crisis y protesta en el IPN. Pararon 28 dependencias de la institución. En algunos casos, los estudiantes (de ambos géneros) se quejaron por la falta de docentes, o la inactividad e ineficiencia de autoridades y funcionarios. Directivos que toman decisiones equivocadas, según su comunidad. Sin que repercutan sus errores sobre ellos mismos, salvo su pérdida de legitimidad comunitaria, que eleva su incapacidad de actuar, lo que, al final, es altamente perjudicial para las instituciones.

Los problemas y las protestas de los estudiantes universitarios vienen de años. Desde hace tiempo, también, se ha investigado cómo reaccionan las autoridades frente a denuncias de grupos estudiantiles que protestan por la violencia de género. Se muestra cómo, en el caso de la Universidad de Guanajuato en 2018 (Varela), las autoridades actuaron de manera reactiva y las medidas que tomaron no fueron las más adecuadas para resolver el conflicto y el problema. Creció el malestar, que estuvo encerrado en un contexto de poder institucional donde los acusadores terminaron siendo acusados y desacreditados.

Los estudiantes normalistas también estuvieron prendidos. Hace unas semanas quemaron camiones de carga y de transporte de pasajeros en Michoacán. Han hecho demandas por mejoras institucionales y por la apertura de plazas en el magisterio. En Chiapas, igualmente, hubo protestas para que liberaran a casi un ciento de estudiantes normalistas apresados por protestar contra el gobierno local en 2021.

En la Ciudad de México, en la ENAH, hubo protestas en el mes de Enero de este año para que se mejoraran las instalaciones, se aumente el presupuesto y se despida al director. En el CIDE, también, se pidió el despido del director. Los estudiantes, a pesar de haber luchado con todas sus fuerzas, no consiguieron que el Conacyt fuese sensible a su demanda. El director permaneció en su cargo.

En la UNAM, ha habido protestas estudiantiles en varias facultades de Ciudad Universitaria. Además, hubo paros en la FES Acatlán, en varios CCHs, siendo el CCH Sur el último. Los estudiantes salieron a la calle para protestar por la violación a una estudiante.

Lo reseñado hasta aquí es un botón de muestra de que hay un ambiente de malestar entre los estudiantes del nivel medio superior y superior en varias instituciones educativas y entidades del país. Y me parece que es de llamar la atención que no se responda a los estudiantes de forma satisfactoria a sus demandas. El malestar persiste.

La disminución de presupuesto a la educación superior, el rezago educativo, la falta de una política educativa integral de parte de la SEP, los efectos de la pandemia, los sentimientos de frustración frente al cierre de oportunidades, el patrimonialismo en el manejo institucional, las formas patriarcales de conducta frente a las mujeres en el campus, y una burocratización cada vez más profunda, no presagian nada bueno, sino un potencial conflicto abierto, desgaste social y emocional, y transformación, pero hacia atrás. Por lo que respecta a educación, y a la superior en particular, este gobierno no saldrá bien librado.

Las condiciones de estudio no están siendo de lo mejor en las universidades públicas. Restricciones financieras, y presiones por ampliar la cobertura están detrás de un menor costo por alumno y menor inversión en infraestructura y materiales.

2.Entre el magisterio universitario también existen molestias e inconformidades. Ciertamente, ha habido un decremento del salario de los académicos, en términos reales, lo cual afecta a los de carrera y a los de asignatura. Estos últimos reciben sueldos muy bajos, y debido a una serie de restricciones en el mercado laboral, los profesores de asignatura buscan aumentar sus horas de clase. Hay grupos en esta categoría que trabajan más de medio tiempo, en ocasiones en varias dependencias de una universidad o en varias universidades. Y los de asignatura, con más bajos salarios, no están recibiendo un sueldo que alcance para completar sus ingresos y con ello reproducir la sobrevivencia de clase y de estatus en sus familias (e,g. Lemus).

El personal de carrera está atado económicamente y tiene que comportarse para conseguir puntos y recibir estímulos complementarios al salario, que pueden llegar hasta el 100 por ciento. El prestigio lo obtienen, también, por el nivel que se alcance en el programa de becas al desempeño, y no por el contenido y la trascendencia de una obra o una trayectoria.

A lo anterior se suma los pocos recursos que se destinan a la ciencia, que la mayor parte de todos los doctores no son investigadores nacionales, y apoyos magros a proyectos de investigación, cuya producción de conocimiento es relevante para la transformación social.

3. Los efectos de la pandemia han agravado la situación por la que atraviesa la educación superior. Hay varias dimensiones que deberían tenerse en cuenta. Un proceso de individualización y desinstitucionalización que hace perder el sentido del estudio y del trabajo. Miedos por la desprotección en seguridad social, por la violencia que se vive en las calles, en los barrios, por donde transitan los estudiantes; sienten inseguridad e incertidumbre por no saber qué sigue y la amenaza de nuevas cepas del covid. Síntomas de desesperanza, depresión, una mayor presión para concluir los estudios, cuando no abandono temporal o permanente.

En fin, la pandemia provocó daños que han afectado a los universitarios, que hay que reportar para corregir. Aunque en materia de educación superior, no se advierten intenciones de hacer cambios sustanciales para mejorar en los próximos años.




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