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Humberto Muñoz García

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UNAM: ¿Qué sigue?

Muñoz-García, H. (octubre 12 , 2023). UNAM: ¿Qué sigue?. Suplemento Campus Milenio. Núm. 1016. 2023-10-12

Los miembros de la UNAM estamos inmersos en el proceso de cambio de rector. Hay bastante interés, pues la Junta de Gobierno, encargada de elegir al nuevo rector, se dividió en comisiones que asistieron a escuchar las opiniones de los universitarios y de los cuerpos colegiados. Como se sabe, la Junta registró a 17 candidatos a obtener el cargo: 12 hombres y 5 mujeres.

En esta fase del proceso ha habido una actividad intensa. Los aspirantes a la rectoría han recorrido una buena parte de las instalaciones en el Área Metropolitana y en el Campus Morelos. Otras instalaciones foráneas fueron atendidas vía remota. Ha sido un ejercicio muy interesante escuchar los proyectos, analizar las personalidades, haber tenido la oportunidad de manifestar nuestras inquietudes, y observar la forma y el tipo de respuestas que han dado los ponentes. La comunidad se ha quedado con el deseo de que quien llegue al cargo tenga en cuenta lo manifestado. En fin, un ejercicio con un diálogo que debería mantenerse entre autoridades, académicos y estudiantes.

Dado el tamaño y la complejidad de la institución, hace falta una política de comunicación más enfática y extensa para estar al día de los acontecimientos universitarios y las decisiones de sus directivos. Dicha política incluye fortalecer y dinamizar a los órganos colegiados en espera de que en ellos haya auténticos representantes de los sectores, que se comuniquen directamente con su comunidad. Será crucial retomar el sentido de comunidad integrada por múltiples comunidades, punto de partida de una buena convivencia académica para el crecimiento intelectual.

La academia se construye y se ejerce en colectivos, donde se critica y se delibera para llegar a acuerdos que permitan el desarrollo de la institución. Es la fuente del cambio permanente de la Universidad, porque en los cuerpos colegiados se llevan a cabo prácticas políticas para cumplir los objetivos políticos de la institución, y para orientar el futuro de la investigación, la docencia y la extensión, de manera tal que las funciones universitarias se equilibren y se integren.

No tuve condiciones de asistir a todas las presentaciones de los candidatos. Algunas las atendí vía electrónica. Y, desde luego, me quedé con algunas inquietudes que he expresado aquí reiteradamente. La Universidad es un lugar donde el objeto de trabajo es el conocimiento: producirlo, transmitirlo y difundirlo. Es un espacio académico en el que deben privar lógicas académicas. Una ética académica que forme a los estudiantes, atendidos plenamente por profesores e investigadores.

Y lo repito una vez más: es indispensable el cambio institucional. No más tiranía del mérito (Sandel), ideología de la competencia (Chaui) “insana”, una forma de gobierno basada en la puntitis y en el peso de la burocracia. La individualización del trabajo ha fraccionado la comunidad. El que cada quien luche por abrirse paso, se ha ligado a inequidades y desigualdades reconocidas por casi todos los candidatos a rector.

Hay que transformar el régimen laboral; afianzar la legislación propia, reformar y darle peso al Estatuto del Personal Académico y modificar el sistema de evaluación, como dice Paneque (científica española), para” darle vuelta a lo que tienen que hacer los científicos para hacer carrera y lograr un cambio de sistema”. La vida académica no puede estar centrada en producir papers; la exigencia de estar publicando cualquier cosa para no perecer (Torres Parés) lleva a un “sistema científico de cantidad, no de calidad”, al que corresponden programas al desempeño que resignificaron al mérito académico por la obtención de puntos y llevaron a desvalorizar la docencia. En este momento de la historia es necesario revisar el agotamiento de este modelo, que desinstitucionaliza a la Universidad (Súarez y Muñoz) con un sistema paralelo al Estatuto que permite optar por otras categorías laborales que se sobreponen y demeritan a las universitarias, a razón de lograr complementos que deberían ser parte del salario académico, con repercusión a un retiro digno. De este tamaño son los retos que vienen, sí es que las nuevas autoridades los toman en serio.

La Universidad tiene tres niveles educativos: bachillerato, licenciatura y posgrado. Los tres niveles merecen una atención prioritaria, como lo manifestaron los candidatos, con políticas particulares a cada nivel, prestando atención a los jóvenes estudiantes. La Rectoría debería impulsar políticas para el mejoramiento de las relaciones sociales universitarias. Recrear el ethos académico y reconstruir el sentido de comunidad. Sigue pendiente todo lo relativo al género y lo que se refiere al combate para desterrar la violencia del campus.

Debido a la política oficial reciente sobre el posgrado, la administración que viene habrá de mantener la producción de cuadros de alto nivel y la reproducción de investigadores para la academia, que enfrenten los desafíos del conocimiento. Y, finalmente, dada la distribución de edades del personal académico, me parecería muy útil si en la UNAM se estimula el diálogo intergeneracional. Todos ganaríamos. Tenemos una muy buena Universidad y contamos con voluntad para hacerla mejor.




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