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Humberto Muñoz García

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Educación y desigualdad social

Muñoz-García, H. (enero 18, 2024). Educación y desigualdad social. Suplemento Campus Milenio. Núm. 1028. 2024-01-18

Un tema central de la sociología es la desigualdad social: provoca ruptura del tejido, polarización, inestabilidad, anomia, en una sociedad que busca progreso y vivir bajo principios democráticos. Una de sus fuentes es la falta de educación, porque quien no la posee carece de un instrumento de movilidad social, dadas ciertas condiciones del contexto. El nivel de educación adquirido puede servir, efectivamente, al avance e inclusión de las personas en los beneficios del desarrollo. Abre espacio al diálogo ciudadano y puede otorgarle fortaleza al orden social y legitimidad al sistema político.

Debe aclararse que la desigualdad social tiene determinantes multifactoriales. Es un fenómeno social muy complejo, y no se puede explicar o modificar de una manera simple. En lo que sigue, ilustraré las diferencias de escolaridad en la población, que son un dato estructural de la desigualdad social mantenida en la historia del país. La problemática educativa, sexenio tras sexenio, no ha podido ser corregida por la política de los diferentes gobiernos nacionales, a pesar de que se han advertido sus consecuencias, desde hace mucho tiempo.

El analfabetismo, el rezago escolar, el abandono de la escuela al término del bachillerato, los escasos avances en la escolaridad de los grupos más vulnerables, comparados con los de los sectores privilegiados, muestran la desigualdad de oportunidades educativas que subyacen y alimentan la desigualdad social.

Otra manifestación de la desigualdad educativa es que la escolaridad en México ha avanzado, pero sin borrar las diferencias territoriales de los niveles escolares alcanzados por la población de las entidades federativas. Así, por ejemplo, Chiapas, Oaxaca, Guerrero. Michoacán, Veracruz, tienen una población de 15 años y más con una escolaridad promedio más baja que la Ciudad de México, Nuevo León, Coahuila, Sonora, Baja California, Jalisco. Es una diferencia que ha persistido durante décadas. Y si se agregan las diferencias por género, el resultado indica que el promedio de escolaridad de las mujeres de 15 años o más es menor que el de los hombres en el mismo grupo etario.

Un dato más revela que los hijos de las familias con pocos recursos económicos tienen una probabilidad de alcanzar estudios de educación superior, o algún posgrado, bastante menor que quienes pertenecen a una familia ubicada en el decil más alto del ingreso.

En fin, los gobernantes del país, incluidos los actuales, le quedan debiendo a los mexicanos una educación buena e inclusiva, apropiada, que abra posibilidades de aprovechar las oportunidades para contribuir a la verdadera transformación nacional.

Asimismo, hace falta más conocimiento para orientar a las políticas públicas. En las universidades públicas y autónomas del país podría procederse a integrar equipos de investigación que analicen el panorama educativo de su entorno como contribución a un diagnóstico nacional. Y para indicar cómo la mejora educativa puede tener repercusiones positivas sobre el bienestar colectivo.

En 2011, un grupo de investigadores de la UNAM realizó un estudio que puede servir de ejemplo sobre cómo avanzar propuestas de políticas públicas en campos específicos. En el documento se propone la transformación de la educación superior en México en el lapso de 10 años, tal que las políticas educativas tengan continuidad corrigiendo las fallas que vayan encontrándose.

Para abordar la problemática de la desigualdad social se requiere tener presente que los análisis deben contar con una perspectiva histórica y alimentarse de literatura que en el medio académico haya tenido repercusiones. La producción académica es muy basta; aquí menciono algunos libros para consulta. Por ejemplo, el de Tylli sobre la desigualdad persistente que trata de múltiples dimensiones del problema y las dificultades de enfrentarlo. En el IIS-UNAM, se acaba de editar un libro con fragmentos de la obra completa de Tilly.

Otro libro que viene a colación es el de Bauman sobre porque sugiere, claramente, que en el actual sistema social no están dándose condiciones para que existan modos de ganarse la vida dignamente, para que las personas y sus familias subsistan. Estamos en un contexto, que delinea Bauman en otro escrito, donde una minoría posee la mayoría de los activos globales y nacionales, que “la riqueza de unos pocos no beneficia a todos”.

Los flujos de población que atraviesan nuestro país y los mexicanos expulsados hacia el norte manifiestan que existen franjas sociales que pueden ser desechables de determinados territorios, seres exportables de unos países a otros debido a la incesante desigualdad económica y de poder entre naciones, que igualmente se refleja en los sistemas educativos y en las oportunidades de educarse bien. Habrá que prestar atención, en países como el nuestro, al hecho de que entre los jóvenes hay quienes están aspirando a estudiar el nivel superior en los países centrales y quedarse a vivir ahí.

La persistente desigualdad social, la carencia de oportunidades, incluida una buena educación y una mayor escolaridad, seguir viviendo en condiciones sociales deterioradas, como viven millones de personas en México, la injusticia a la vista de todos, es políticamente inaceptable.




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