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Roberto Rodríguez Gómez

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Asignaturas o campos formativos: De los aprendizajes esperados a las competencias (1993-2011)

Rodríguez-Gómez, R. (junio 06, 2022). Asignaturas o campos formativos: De los aprendizajes esperados a las competencias (1993-2011). Suplemento Campus Milenio. Núm. 951. 2022-06-06

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En los años ochenta del siglo pasado prevaleció la estructura curricular de la educación básica derivada de la reforma implantada en el sexenio del presidente Echeverría. No obstante, algunos cambios se experimentaron. El primero fue el experimento de integrar los programas de primero y segundo grados de primaria (1982); el segundo, la edición de una nueva colección de libros de texto gratuitos; el tercero, la propuesta de reemplazar, en los programas de secundaria, la denominación de la asignatura “lengua extrajera” por “lengua adicional al español”.

El primero de dichos cambios consistió en el diseño de “núcleos integradores” de los contenidos de los programas de primero y segundo de primaria. Los docentes tendrían la tarea de procurar la integración de contenidos y diseñar las actividades escolares pertinentes (SEP, Acuerdo 80 por el que se aprueban los programas integrados para primero y segundo grados de educación primaria, 13 de octubre 1982). De mayor relevancia práctica fue la edición de nuevos libros de texto gratuitos de primaria, principalmente los correspondientes a los primeros dos grados, en los que el contenido se organizaba por unidades de aprendizaje en lugar de la división por asignaturas.

El 23 de marzo de 1984 se expidió el acuerdo presidencial que elevó a nivel de licenciatura la formación de las escuelas normales. El 30 de mayo de 1988, a pocos meses de concluir la presidencia de Miguel de la Madrid Hurtado, la SEP emitió el plan de estudios correspondiente. Este se divide en ocho semestres; a diferencia del diseño previo, el acento deja de estar colocado en la didáctica de materias y se incorporan asignaturas de varios campos disciplinarios, distintos al pedagógico: política, economía, psicología y sociología de la educación. También se agregan asignaturas sobre educación ambiental, administración escolar, computación y tecnología, e investigación educativa. Si bien el nuevo programa se apreciaba como una mejor aproximación a la formación integral de los docentes, también es cierto que marcaba distancia con el enfoque y contenidos de los programas de primaria y secundaria vigentes. Este dilema habría de resolverse con la reforma educativa de la administración entrante, la encabezada por el presidente Salinas de Gortari (1988-1994).

Desde la campaña del futuro presidente se estableció, como prioridad de la política respectiva, el objetivo de promover la mejora continua de los servicios. Se apuntaban, como medios operativos, avanzar en la descentralización de la administración educativa; mejorar la preparación de los docentes; revisar los planes y programas de estudio; aprovechar buenas prácticas de la experiencia internacional e involucrar a los docentes, familias, especialistas y otros interesados. La dinámica de consulta previa cobraría tintes políticos al renovar relaciones corporativas con el magisterio y establecer un tablero de negociación con grupos de interés tales como la iglesia, el empresariado y los partidos de oposición.

Como es sabido, el tema educativo descollante en el sexenio de Salinas de Gortari fue el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica y Normal, suscrito el 18 de mayo de 1992 entre el gobierno federal, el SNTE y los gobernadores. Pero no fue el único aspecto de la “modernización educativa”. Esta incluyó la reforma de planes y programas de educación básica, la edición de nuevos libros de texto gratuitos, la reforma al artículo tercero constitucional (1992), la promulgación de la ley general de educación de 1993, entre otros puntos.

El prólogo de la propuesta de renovación de los contenidos de educación básica fue la elaboración, a cargo del Consejo Nacional Técnico de la Educación (Conalte), de un conjunto de documentos con la finalidad de instrumentar lo que entonces se dio en llamar el “Nuevo Modelo Educativo”. De la serie de estudios y propuestas publicadas en 1990-1992 destaca el texto “Perfiles de desempeño para preescolar, primaria y secundaria”. Para la reforma de planes y programas el documento sugiere la secuencia siguiente: “primero se identifican las necesidades básicas de aprendizaje, en seguida se configuran los perfiles de desempeño y se establecen metas de aprendizaje, posteriormente se identifican contenidos disciplinarios para formular planes y programas y para elaborar libros de texto”. También se indica que, para ajustar dichos planes a las necesidades contextuales, era requerida la suficiente flexibilidad para “articular en espacios programáticos experiencias de aprendizaje a partir de los perfiles nacionales y las necesidades regionales y locales”.

Con respecto a la evaluación de los aprendizajes, se enfatiza en la propuesta del Conalte la importancia de transitar hacia la evaluación de procesos, considerar la autoevaluación como una de sus estrategias y tener como propósito central “realimentar el logro de los desempeños”. Como resultado de la exploración de necesidades de aprendizaje, el documento formula, en términos de competencias aunque no precisamente con esa denominación, los logros de aprendizaje esperados al término de la educación preescolar, primaria y secundaria. Se presenta, por último, una estructura (matriz de congruencia) que combina los elementos base de la propuesta: perfiles de desempeño, principios rectores (identidad nacional, justicia, democracia, independencia-soberanía) y medios (valores, lenguajes, métodos). En la matriz se perfilan los logros y metas de aprendizaje de cada nivel y grado escolar.

El nuevo plan de estudios de primaria fue publicado el 27 de agosto de 1993. En la introducción se explica que este “tiene como propósito organizar la enseñanza y el aprendizaje de contenidos básicos, para asegurar que los niños: a) adquieran y desarrollen las habilidades intelectuales (la lectura y la escritura, la expresión oral, la búsqueda y selección de información, la aplicación de las matemáticas a la realidad) que les permitan aprender permanentemente y con independencia, así como actuar con eficacia e iniciativa en las cuestiones prácticas de la vida cotidiana; b) adquieran los conocimientos fundamentales para comprender los fenómenos naturales, en particular los que se relacionan con la preservación de la salud, con la protección del ambiente y el uso racional de los recursos naturales, así como aquellos que proporcionan una visión organizada de la historia y la geografía de México; c) se formen éticamente mediante el conocimiento de sus derechos y deberes y la práctica de valores en su vida personal, en sus relaciones con los demás y como integrantes de la comunidad nacional, y d) desarrollen actitudes propicias para el aprecio y disfrute de las artes y del ejercicio físico y deportivo.

El elenco de materias y su organización por grados refleja cambios drásticos sino más bien un propósito de transición. Lo importante, se indicaba, era modificar la dinámica docente para lograr los “aprendizajes esperados” del currículum. Para los grados primero y segundo, en que se conservó la idea del programa antecedente de articulación curricular, se establecieron las siguientes materias: español; matemáticas; conocimiento del medio (ciencias naturales, historia, geografía y educación cívica); educación artística y educación física. Destaca, sin embargo, la prioridad que se concede en el plan al dominio de la lectura, escritura y expresión oral, puesto que en los primeros dos grados, se dedica al español el 45 por ciento del tiempo escolar “con objeto de asegurar que los niños logren una alfabetización firme y duradera”. De tercero a sexto grados, las asignaturas son: español; matemáticas; ciencias naturales (que se conserva como área integrada de física, química y biología); historia; geografía; educación cívica; educación artística y educación física. Cabe advertir que la anterior área de “ciencias sociales” se desglosa ahora en las materias que la integraban. Como tal, este plan de estudios hasta 2011 con solo un par de modificaciones relevantes: la modificación de los programas de español con un nuevo enfoque didáctico (2001), y la incorporación de la asignatura de formación cívica y ética, en lugar de la materia de educación cívica.

La educación secundaria fue declarada obligatoria en la Ley General de Educación de 1993. El nuevo plan de estudios se publicó el 4 de junio del mismo año con la siguiente lista de materias: español; matemáticas; historia; geografía; civismo; física; biología; química; orientación educativa (tercer grado); lengua extranjera (decidida en cada entidad); actividades de expresión y apreciación artística; educación física y educación tecnológica. En 1999 se decidió que las materias de civismo y de orientación educativa fueran reemplazadas por la de formación cívica y ética.

Como era de esperarse, en complemento a los nuevos planes de estudio se editó una nueva serie de libros de texto gratuitos. Un aspecto destacado fue la inclusión, por primera vez, de contenidos regionales. Para tercero de primaria, se incluyó un libro de historia y geografía del estado correspondiente, y para el sexto grado una monografía estatal. Por otra parte, a partir de 1995 comenzó la edición o adquisición, en cada entidad federativa, de libros de texto gratuitos que debían ser autorizados por la SEP.




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